PROMESAS





Supongamos que Dios te da una promesa, en ese momento tú la crees y asumes la posición de acuerdo a la palabra, vives en ella por un tiempo, y trabajas fuertemente, sin embargo pareciera que esa promesa no se ve tan cercana, es más, llega un punto en donde dudas si en verdad fue dada la palabra por Dios.
Entonces recurres a tus fuerzas y empiezas a que la promesa se vea “más real”, como Abraham:
Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa”.  (Gal 4: 22-23 RV60) Y ocurre algo que no habías planeado, Dios cumple la promesa, y te das cuenta que tienes por un lado lo que tu hiciste en tus fuerzas y por el otro lo que Dios había prometido, y hay algo que es más complejo, empieza a librarse una batalla entre ambas partes.
Si llegas a esta situación, Dios es muy específico: “Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre”. (Gal 4: 30 RV60)
Pero si estas en el punto donde no se ve claramente la promesa, espera, confiadamente porque Dios lo que él dice lo cumple, y lo cumple a cabalidad, y además lo cumple en el tiempo indicado.

“Por eso Dios, queriendo demostrar claramente a los herederos de la promesa que su propósito es inmutable, la confirmó con un juramento. Lo hizo así para que, mediante la promesa y el juramento, que son dos realidades inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un estímulo poderoso los que, buscando refugio, nos aferramos a la esperanza que está delante de nosotros”. (Heb 6: 17-18 NVI)

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